Historia de Jizô
29 enero, 2014 2023-11-07 19:50Historia de Jizô
Historia de Jizô
Historia de Jizô, por Kenji Kamio, nuestro profesor de japonés.
Por los caminos o en las calles de todo Japón se encuentran unas estatuas budistas de piedra del Dios ˝O-Jizô-sama˝.
Generalmente se trata de un conjunto de seis estatuas que lleva el nombre de ˝Roku-Jizô ( seis jizô, como se ve en la foto).
En la doctrina budista, el Dios Jizô es el protector de los niños. Se dice que a los niños muertos, como son demasiado pequeños para atravesar el río que separa este mundo del Paraíso, el Dios Jizô escolta su espíritu hasta allí.
El Dios Jizô lleva un delantal rojo y un bastón en la mano derecha además de una joya en la mano izquierda. Su cabeza está afeitada.
Aquí presento un cuento antiguo japonés sobre el Dios Jizô.
Kasa Jizô(Los Dioses Jizô con sombrero)
Érase una vez, en las montañas de un país muy frío, una pareja de ancianos que eran tan pobres que aunque el nuevo año se acercaba, su despensa estaba vacía. Un día de final de año, la abuela dijo a su marido:
– Mira, aquí tengo unas cuantas horquillas para el cabello que he hecho con bambú. Quiero que vayas al pueblo para venderlas. Si vendes por lo menos una o dos, podremos pasar los días del año nuevo un poco mejor.
Entonces, en un frío gélido, el abuelo fue hacia al pueblo por un camino cubierto de nieve. En la mitad del camino, llegó al desfiladero donde estaban las seis estatuas de los Dioses Jizô. Las seis cabezas de los Dioses Jizô se encontraban cubiertas de nieve.
– ¡Oh! ¡Pobres O-Jizô-sama! ¡Seguro que tienen mucho frío!
Quitó la nieve de las cabezas redondas de los Dioses Jizô con su bufanda y después de rezar un rato, el abuelo siguió su camino.
Cuando llegó al pueblo, era ya un poco tarde, pero en las calles había aún mucha gente porque era fin del año. El abuelo empezó a gritar :
– ¡Horquillas para cabellos! ¡Horquillas para cabellos!
Pero su voz no llamó la atención de nadie.
– ¡Horquillas para cabellos! ¡Horquillas para cabellos a buen precio!
Al no vender ni una, decidió dejarlo y volver a casa. En ese momento, se acercó a él un vendedor de sombreros de paja y le dijo :
-Me parece que tú tampoco has podido vender nada, ¿verdad ?
Pues, ¿por qué no hacemos un intercambio?
-¿Qué? ¿Un intercambio?
– ¡Quiero decir que cambiemos tus horquillas por mis sombreros!
El abuelo aceptó esta propuesta. Entonces, cargado de todos los sombreros en la espalda, cogió el camino de vuelta porque era tarde y estaba ya oscuro.
Llegó al desfiladero donde estaban las estatuas de los seis Dioses Jizô. Las cabezas redondas de los Jizô estaban cubiertas de una capa de nieve aún más gruesa que antes. Entonces el abuelo quitó la nieve de las cabezas con la mano y puso en cada cabeza uno de los sombreros de paja que tenía.
– ¿Qué les parece, O-Jizô-sama? ¡Así no caerá la nieve sobre sus cabezas!
Pero se dió cuenta de que le faltaba un sombrero. Entonces, se quitó su bufanda y cubrió la cabeza del sexto Jizô con ella y se marchó.
Volvió a casa con las manos vacías, sin dinero ni sombreros. Explicó a su esposa todo lo que le había pasado. Ella le dijo sonriendo :
– ¡Has hecho una cosa graciosa!
– ¿No te enfadas?
– ¡De ningún modo! Has hecho una buena ofrenda a los O-Jizô-sama.
Aunque sin provisiones para el nuevo año, los dos se fueron a la cama tranquilamente…
Hacia medianoche, desde el fondo del bosque, aparecieron unas sombras que se dirijían a la casa de la pareja de ancianos. De hecho, estas sombras eran las seis estatuas de los Dioses Jizô. Cada uno con un sombrero de paja y con un gran paquete en la espalda.
Cuando llegaron a la puerta de la casa, depositaron en el suelo los paquetes que llevaban y que contenían fideos, arroz, verduras, frutas, ropas… El último que llegó no estaba cubierto con un sombrero de paja sino que llevaba una bufanda en la cabeza. Éste llevaba una gran bolsa de arroz. Cuando la dejó en el suelo, como era tan pesada, golpeó la puerta sin querer haciendo un fuerte ruido. En el mismo momento, los seis O-Jizô-sama se asustaron y huyeron chocando unos con otros, ˝Bum! Bum!˝
La abuela se despertó de un sobresalto.
– ¿Has oido?
– ¡Sí, sí! ¡Un ruido extraño! ¡Voy a mirar qué está pasando allí fuera!
Lo que vieron eran los O-Jizô-sama que se iban en línea sobre la nieve. Todos llevaban un sombrero de paja menos uno que llevaba una bufanda! Iban dando saltos y balanceándose hasta que la oscuridad del bosque los hizo desaparecer.
– ¡Gracias, gracias, O-Jizô-sama!
La pareja de ancianos juntaron las manos y rezaron. (Fin)